El agua constituye el componente más predominante en el cuerpo humano. En los recién nacidos, puede representar hasta el 75% de su peso corporal, mientras que en los adultos oscila entre el 50% y el 60%, con porcentajes generalmente más altos en hombres.
El agua está distribuida en distintos compartimentos corporales: el líquido intracelular, que se encuentra dentro de las células, y el líquido extracelular, que se sitúa fuera de las células. Este último se subdivide en líquido intersticial, que rodea las células, y el plasma, que se trata del componente líquido de la sangre.
El organismo posee mecanismos que equilibran los niveles de agua y solutos en sus diferentes compartimentos. Sin embargo, cuando estos mecanismos se desequilibran, puede ocurrir lo que conocemos como «retención de líquidos«. Esto lleva a la formación de edemas, caracterizados por un incremento anormal en el volumen del líquido intersticial. Esta condición es más común en mujeres que en hombres. Áreas como los tobillos y los párpados son comúnmente afectadas por esta acumulación de líquido, lo cual se considera un edema localizado (Jéquier & Constant, 2010). –Es importante no confundir la retención de líquidos con una inflamación intestinal-.
No existe una solución única o universal para la retención de líquidos, ya que varios factores pueden influir en su aparición.
Factores que lo provocan
- Cambios hormonales, especialmente en mujeres.
- Consumo de determinados medicamentos.
- Patologías hepáticas, renales o cardíacas.
- Mala alimentación e incorrecta hidratación.
Una dieta inadecuada ha llevado a una evolución significativa en la dieta humana. Inicialmente, la alimentación era equilibrada en términos de ácidos y bases, además de ser rica en potasio (K+) y fibra. Por contraste, la dieta moderna tiende a ser alta en sal y proteínas animales, y baja en potasio y fibra. Estas modificaciones han resultado en una notable desviación de las necesidades metabólicas inherentes al cuerpo humano, obligándolo a recurrir a complejos mecanismos homeostáticos para preservar el equilibrio y prevenir complicaciones de salud (Qian, 2018).
Por todo ello, se recomendaría incluir:
- Alimentos ricos en potasio. Frutas (plátano, naranja); verduras (espinaca, tomate); legumbres (alubia blanca, lenteja); tubérculos (patata, batata); frutos secos y semillas (almendra y semillas de calabaza) (Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, 2013).
- Alimentos ricos en magnesio – su déficit puede agravar el problema (Fiorentini et al., 2021)-. Frutas y verduras (plátano, verduras de hoja verde como la acelga y el kale); legumbres (lenteja y alubia negra); frutos secos y semillas (almendra, nuez, semilla de calabaza); chocolate negro (>85% cacao) (Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, 2013).
- Mantener un correcto estado de hidratación (Salas Salvadó et al., 2020).
- Las plantas proporcionan una amplia gama de compuestos bioactivos que pueden actuar como diuréticos.
- Diente de león (género Taraxacum). Aunque existe una base prometedora para el uso del diente de león como diurético, aún es necesario realizar más estudios clínicos que confirmen definitivamente sus efectos positivos, especialmente en humanos (Fan et al., 2023; Olas, 2022).
- Cola de caballo (Equisetum arvense). Puede ser efectivo en la inducción de diuresis, es decir, en el aumento de la producción de orina, sin alterar significativamente la excreción de electrolitos como sodio y potasio, pero se necesitan más investigaciones para confirmar estos hallazgos y entender mejor el mecanismo subyacente de su acción diurética (Carneiro et al., 2014).
Para concluir, la retención de líquidos puede ser influenciada por diversos factores como desequilibrios hormonales, medicamentos y enfermedades hepáticas, renales o cardíacas. Para combatirla, es esencial una dieta equilibrada, rica en potasio y magnesio, junto con una adecuada hidratación. Alimentos como plátanos, espinacas, almendras y lentejas son recomendables. Además, plantas como el diente de león y la cola de caballo pueden ayudar, aunque se necesitan más estudios para confirmar su eficacia. Mantener hábitos saludables y una dieta adecuada puede mejorar significativamente este problema.
BIBLIOGRAFÍA
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